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Crónicas de Ingenios AzucarerosAutor: Andrés López Astudillo


Hacia el año de 1997 recibí mi título de Ingeniera Química (porque ya se había aceptado el hecho de que podíamos ser llamadas ingenieras y no ingenieros) y tuve la fortuna de empezar a trabajar en Cenicaña (Centro de Investigación de la caña de azúcar) bajo el cargo de “joven investigador”, figura creada por Conciencias para vincular profesionales recién egresados a empresas relacionadas con el área de investigación, las cuales servirían como semilleros de futuros investigadores.

Al ingresar a este centro de investigación me fue asignado un tutor, el cual era un Ingeniero Químico de aproximadamente 35 años que se había graduado de la Universidad de Santander y que toda su vida la había dedicado a realizar trabajos en el sector azucarero, era alto, delgado, cabello crespo negro y algo desgarbado, con un cierto aire de intelectual (por no decir de nerd), era una persona muy pasiva y definitivamente con mucho espíritu de investigador, su sueño era realizar un postgrado en el exterior con el fin de asegurar su permanencia en este sector, con él era con quien debería desarrollar mi trabajo principal (el cual se trataba de disminuir la pureza de las mieles finales del proceso azucarero, Anexo 1), y otros proyectos en los que estuvieran trabajando los ingenios de la región y para los cuales pidieran el apoyo de Cenicaña.

Entre esos ingenios se presentó uno, cuyo caso es muy particular. Era uno de los tres más pequeños del sector y su origen se remonta, como lo había mencionado inicialmente, a que surgió cuando dos familias se hicieron amigas y como sus haciendas quedaban vecinas y tenían grandes extensiones de tierra decidieron cultivar caña de azúcar y montar un trapiche para producción de panela, el negocio comenzó a dar frutos y entonces quisieron montar un ingenio para tener como producto principal el azúcar y utilizar las mieles para el funcionamiento del trapiche, pero debido a la reglamentación que salió, para proteger a los pequeños productores de panela, mediante la cual no se podían usar mieles del proceso azucarero, es decir de un ingenio, para la producción de panela, tuvieron que liquidar el trapiche y quedarse solo con el ingenio.

Lo que hacía particular este ingenio no eran sus orígenes, pues otros ingenios de la región surgieron de igual forma, sino que se caracterizaba por las personas y las políticas con las cuales se dirigía, tanto el Gerente como el sub-gerente (que a la vez es el Superintendente de Fábrica o lo que sería su equivalente el Director de Producción) tenían un carácter bastante hostil, por el cual, más que respetados, eran temidos tanto por sus subalternos como por las demás personas que debían realizar trabajos con ellos, pero al parecer esta situación no era solo actualmente, sino que se remontaba a sus orígenes, pues el anterior Superintendente, o sea uno de los fundadores y dueño de la mitad del negocio, era el padre del actual y tenía un carácter y una forma de tratar a las personas muy similar, o según decían, peor que éste.

El Gerente era descendiente de la otra familia fundadora del ingenio, era alto, robusto, escasos cabellos y un tono de voz grave, se caracterizaba porque casi nunca se le veía, llegaba a toda velocidad en su camioneta, salvándose a veces de arrollar a alguien, parqueaba su carro e inmediatamente se refugiaba en su oficina, hablaba muy poco con las personas y era un evento que visitara la fábrica. El Sub-Gerente por su parte era un hombre alto, muy delgado, de cabellos escasos y canosos, vestía unos jeans, una camisa manga corta y tenía una voz grave con un alto nivel autoritario (como es típico en los Superintendentes de los Ingenios). Ambos personajes fumaban de manera extrema, sobre todo en las reuniones a las cuales asistían, sin importar las personas que asistieran, y durante todo el tiempo tomaban grandes cantidades de café.

Cuando mi tutor se enteró que debíamos realizar un trabajo allá, me comentó lo difícil que era tratar con estas personas, especialmente con el sub-gerente, con quien tendríamos contacto directo, pues adicionalmente era una persona que no creía mucho en la investigación y mucho menos en los ingenieros químicos como lo éramos nosotros. Por otro lado, a nadie le gustaba emprender trabajos en este ingenio ya que sus pérdidas de azúcar eran bastante altas y tenía otros problemas que parecían imposibles de solucionar. La calidad de su azúcar no era muy buena como tampoco sus condiciones de limpieza ni había ninguna comodidad en sus instalaciones, pues pensaban que esto no daba ninguna rentabilidad o valor agregado al producto, aún no se manejaba el concepto de que el azúcar era un alimento y pensaban que las personas simplemente debían trabajar.