Bisfenol A en Plásticos de Uso Alimentario
El uso de esta sustancia en la elaboración de plásticos como envases alimentarios y sus posibles implicaciones en la salud humana reabre la polémica en EE.UU.
El bisfenol A (BPA) es un producto químico que se utiliza para la elaboración de material plástico que puede ir destinado, entre otras funciones, a entrar en contacto con alimentos. Algunas botellas de plástico, biberones, elementos de vajilla como tazas y platos están compuestos por este policarbonato, un plástico rígido transparente que trae de cabeza a los responsables sanitarios de Canadá y Estados Unidos. El primer país ya ha prohibido el uso de esta sustancia para la elaboración de biberones, y el segundo acaba de dar por finalizado el estudio que concluye que no hay evidencias científicas sobre sus efectos perjudiciales, una postura similar a la que mantiene la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas).
La ingesta diaria tolerable (IDT) para las personas de bisfenol A es de 0,05 miligramos por kilo de peso corporal al día, según establecía en 2007 la EFSA, que es la cantidad que un consumidor (incluyendo bebés y niños) puede ingerir con seguridad sin efectos dañinos. Considerada como segura, no es probable que esta cantidad se modifique, al menos por ahora, a tenor de la respuesta que ha tenido, junto con la Agencia de Seguridad Alimentaria británica (FSA), una de las principales autoridades en materia de seguridad alimentaria en la Unión Europea, la EFSA.
Todo ello pese a la preocupación que ha suscitado el uso de esta sustancia en EE.UU. y Canadá como componente en envases destinados a estar en contacto con alimentos. La polémica surgió con la publicación en septiembre de 2008 de un estudio en la revista "JAMA" que advertía que la exposición a esta sustancia superaba los límites establecidos como seguros y que esta exposición podría tener efectos en la salud de las personas, como alteraciones hepáticas o daño neurológico.
Opiniones encontradas
Los fabricantes de biberones de Canadá han dejado de utilizar esta sustancia basándose en los estudios que advierten de que el bisfenol A podría alterar el equilibrio hormonal del cuerpo y que la exposición de la población general superaba los límites establecidos como seguros. También en 2008, el Programa Nacional de Toxicología estadounidense, que forma parte de los institutos nacionales de salud del país, mostraba su preocupación por los posibles efectos perjudiciales de esta sustancia en bebés y niños pequeños.
Tras estos estudios, la EFSA, que ya había realizado varios análisis sobre estos efectos, determinó que algunos de estos resultados no "son concluyentes" en la relación causa-efecto, ya que no se tienen en cuenta otras valoraciones científicas hechas al respecto. De ahí su decisión de no efectuar una nueva revisión de los límites de ingesta diaria y atendiendo al hecho de que considera que se trata de una sustancia que el cuerpo "metaboliza y elimina de forma rápida".
También otras instituciones y autoridades se han puesto manos a la obra y han iniciado diversas revisiones sobre los riesgos reales de la exposición al BPA en contacto con alimentos. A la EFSA le han seguido el Instituto Federal para el Análisis de Riesgo alemán, la Agencia de Protección Ambiental danesa, la Autoridad de Seguridad Alimentaria francesa y la Oficina para la Salud Pública suiza, además de la Agencia de Medicamentos y Alimentos estadounidense. Todas ellas concluyen que los niveles establecidos ahora "son seguros" y, por tanto, la exposición de las personas a través de los alimentos no constituye ningún peligro porque la cantidad de sustancia que migra del envase al alimento es mínima.
Evitar migraciones
Uno de los problemas que plantea el uso de BPA en la elaboración de materiales en contacto con alimentos, al igual que cualquier otro material que contenga sustancias químicas y sea utilizado para este fin, es la migración de sustancias del envase al alimento. Según la EFSA, sin embargo, estos niveles de migración son menores a los 10 microgramos por kilo de alimentos, una cifra muy inferior a lo que establece la normativa y que sitúa este límite en los 600 microgramos por kilo de alimento. En junio de 2008 el organismo volvía a actualizar los datos sobre la seguridad de los biberones elaborados con policarbonato y otras botellas y otros envases como latas y bebidas revestidas con resinas epoxi, otro de los elementos utilizados en la elaboración de plásticos.
El bisfenol A, una sustancia química orgánica, es fundamental para producir policarbonato, un plástico con unas particularidades (alta resistencia al calor, duradero y gran transparencia) que lo hacen idóneo para la elaboración de infinidad de objetos, como DVD, electrodomésticos, gafas de sol, material médico (respiradores o equipos de diálisis), biberones y botellas reutilizables, y techos en los coches o cascos deportivos.
El bisfenol A (BPA) es un producto químico que se utiliza para la elaboración de material plástico que puede ir destinado, entre otras funciones, a entrar en contacto con alimentos. Algunas botellas de plástico, biberones, elementos de vajilla como tazas y platos están compuestos por este policarbonato, un plástico rígido transparente que trae de cabeza a los responsables sanitarios de Canadá y Estados Unidos. El primer país ya ha prohibido el uso de esta sustancia para la elaboración de biberones, y el segundo acaba de dar por finalizado el estudio que concluye que no hay evidencias científicas sobre sus efectos perjudiciales, una postura similar a la que mantiene la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas).
La ingesta diaria tolerable (IDT) para las personas de bisfenol A es de 0,05 miligramos por kilo de peso corporal al día, según establecía en 2007 la EFSA, que es la cantidad que un consumidor (incluyendo bebés y niños) puede ingerir con seguridad sin efectos dañinos. Considerada como segura, no es probable que esta cantidad se modifique, al menos por ahora, a tenor de la respuesta que ha tenido, junto con la Agencia de Seguridad Alimentaria británica (FSA), una de las principales autoridades en materia de seguridad alimentaria en la Unión Europea, la EFSA.
Todo ello pese a la preocupación que ha suscitado el uso de esta sustancia en EE.UU. y Canadá como componente en envases destinados a estar en contacto con alimentos. La polémica surgió con la publicación en septiembre de 2008 de un estudio en la revista "JAMA" que advertía que la exposición a esta sustancia superaba los límites establecidos como seguros y que esta exposición podría tener efectos en la salud de las personas, como alteraciones hepáticas o daño neurológico.
Opiniones encontradas
Los fabricantes de biberones de Canadá han dejado de utilizar esta sustancia basándose en los estudios que advierten de que el bisfenol A podría alterar el equilibrio hormonal del cuerpo y que la exposición de la población general superaba los límites establecidos como seguros. También en 2008, el Programa Nacional de Toxicología estadounidense, que forma parte de los institutos nacionales de salud del país, mostraba su preocupación por los posibles efectos perjudiciales de esta sustancia en bebés y niños pequeños.
Distintos organismos europeos afirman que la exposición humana actual a bisfenol A no constituye un riesgoEstos resultados han encontrado hace unos días un nuevo aliado en un estudio realizado por expertos de la Escuela de Salud Pública de Harvard, según el cual el policarbonato utilizado para fabricar botellas se asocia a enfermedad cardiovascular y diabetes en humanos. Lo que concluye la investigación es que las personas que durante una semana bebieron de este tipo de botellas (un total de 77) aumentaron en un 69% la cantidad de BPA en su orina.
Tras estos estudios, la EFSA, que ya había realizado varios análisis sobre estos efectos, determinó que algunos de estos resultados no "son concluyentes" en la relación causa-efecto, ya que no se tienen en cuenta otras valoraciones científicas hechas al respecto. De ahí su decisión de no efectuar una nueva revisión de los límites de ingesta diaria y atendiendo al hecho de que considera que se trata de una sustancia que el cuerpo "metaboliza y elimina de forma rápida".
También otras instituciones y autoridades se han puesto manos a la obra y han iniciado diversas revisiones sobre los riesgos reales de la exposición al BPA en contacto con alimentos. A la EFSA le han seguido el Instituto Federal para el Análisis de Riesgo alemán, la Agencia de Protección Ambiental danesa, la Autoridad de Seguridad Alimentaria francesa y la Oficina para la Salud Pública suiza, además de la Agencia de Medicamentos y Alimentos estadounidense. Todas ellas concluyen que los niveles establecidos ahora "son seguros" y, por tanto, la exposición de las personas a través de los alimentos no constituye ningún peligro porque la cantidad de sustancia que migra del envase al alimento es mínima.
Evitar migraciones
Uno de los problemas que plantea el uso de BPA en la elaboración de materiales en contacto con alimentos, al igual que cualquier otro material que contenga sustancias químicas y sea utilizado para este fin, es la migración de sustancias del envase al alimento. Según la EFSA, sin embargo, estos niveles de migración son menores a los 10 microgramos por kilo de alimentos, una cifra muy inferior a lo que establece la normativa y que sitúa este límite en los 600 microgramos por kilo de alimento. En junio de 2008 el organismo volvía a actualizar los datos sobre la seguridad de los biberones elaborados con policarbonato y otras botellas y otros envases como latas y bebidas revestidas con resinas epoxi, otro de los elementos utilizados en la elaboración de plásticos.
El bisfenol A, una sustancia química orgánica, es fundamental para producir policarbonato, un plástico con unas particularidades (alta resistencia al calor, duradero y gran transparencia) que lo hacen idóneo para la elaboración de infinidad de objetos, como DVD, electrodomésticos, gafas de sol, material médico (respiradores o equipos de diálisis), biberones y botellas reutilizables, y techos en los coches o cascos deportivos.
ENVASES INTELIGENTES BAJO NORMA
La tecnología alimentaria de los últimos años se ha centrado de forma especial en el desarrollo de nuevos envases, los denominados activos e inteligentes, cuyas particularidades responden a una mayor prolongación de la vida útil de los alimentos y a un mejor mantenimiento de su estado. Uno de los objetivos es incorporar, de forma intencionada, componentes que liberan sustancias en el alimento o en su entorno. Ahora, el uso de estos materiales cuenta con una nueva regulación europea, aprobada el pasado mes de mayo, por la que se establecen los requisitos específicos que permiten su comercialización.
Uno de estos requisitos es la creación de una lista comunitaria de sustancias que pueden utilizarse para la elaboración de este tipo de materiales. La norma establece que antes de introducirlas en un envase, estas sustancias deben ser analizadas y autorizadas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En este sentido, debe tenerse en cuenta que hay numerosos tipos de materiales activos e inteligentes, y que las sustancias responsables de esta función pueden estar incorporadas directamente en el material (plástico, papel o cartón) o ir en un recipiente aparte. El hecho de que este tipo de sustancias se incorporen en el alimento obliga a establecer condiciones para que este uso sea seguro, unas condiciones similares a las que se aplican en el caso de aditivos y enzimas alimentarias.
Autor: MARTA CHAVARRÍAS
Fuente: Consumer Eroski
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